Fuenteovejuna

20 Nov

Un lugar perdido en la geografía y con nombre que no me gusta, fue el predilecto de mi vida. Sola, un poblado citrícola en Sierra de Cubitas donde enclavaron muchas de aquellas escuelas secundaria y preuniversitarias que marcarían el destino de la mayoría de los jóvenes de mi generación.

Las escuelas que » soñó Martí y Fidel puso en práctica»  vinculando el estudio con el trabajo estaban de moda, más que eso, era la única opción entonces para estudiar el Bachillerato o Preuniversitario, junto a las famosas Vocacionales que ya existían en casi todas las provincias del país, con mejores condiciones de todo tipo para los «aventajados”.

Casi todos los del grupo éramos de Vertientes y nos conocíamos de niños y era fácil la convivencia, compartir y ser una familia de casi-hermanos. Omarito, Venegas, Lumpuí, Pinito, Albertico, Carlos, Merita, Charito, Milagros, Magalys y Emilita, María Isabel, Lucas, Capote, Quique, Frías… y otros tantos que no me acuerdo ahora de sus nombres, hasta llegar a 30, junto a Zorrilla y Rocicler de otros municipios.

Esto nos facilitó desde el principio hacer mil maldades  porque nos cubríamos unos a los otros. Robamos pollo en el pilotaje de la escuela cuando los traían vivos y nos íbamos al campo a freírlo con leña, buscábamos calabazas y plátano de los sembrados y en la madrugada cocinábamos, o íbamos a Sola en los caballos de los trabajadores.

La historia del carnero fue la nos hizo famosos en la comarca, aquello trascendió más de lo que nos convenía hasta la dirección de la escuela, el municipio y hasta la provincia de Camaguey. Reunimos algún dinero para comprar un carnero y hacer una fiestecita de grupo el fin de semana… pero pronto se trocaron los planes y terminamos robando un animalito y comprando ron con el dinero que teníamos para ese fin.

Nos fuimos a la Loma del Chino y allí acampamos, dejando rastro por doquier. Ingenuos y con las pancitas llenas retornamos a la escuela como si nada, pero allí estaba el guajiro dueño del «animal» esperando que le pagáramos el doble de lo que valía o nos demandaba a la policía, había que decir un nombre.¿Quién fue el de la idea, quien lo cogió, quien lo mató? preguntaba el director insultado ante tamaña indisciplina.
Todos levantamos la mano y eso salvó a los autores del hecho. La postura que mantuvimos durante todo el proceso disciplinario fue unánime… no nos habíamos puesto de acuerdo, pero sabíamos que a todos no podían sacarnos de la escuela. La dirección y la UJC  lograron que pagáramos de forma colectiva y ofreciéramos disculpas al campesino, con una «mancha en el expediente», que nunca supe a ciencia cierta en qué consistía aquella amenaza. Llegué a imaginarla de grasa.

Hace apenas unos días me encuentro con una  señora mayor, canosa, gordita, de repente me pregunta mi nombre. Melvis, le dije. Con la sonrisa reconozco a la profe María Mercedes, aquella joven que entonces había dado «su paso al frente» para integrar el Destacamento Pedagógico y que me había dado clases durante 2 años, precisamente en Sola 16.

Con el abrazo y la alegría me preguntó al oído: «¿Quién  mató al Comendador? Fuenteovejuna, Señor»…y comenzamos a reír a carcajadas recordando aquella travesura mayor…

Nota: Me he encontrado con Chela por Facebook hace unos días y sin saber que ya había escrito este relato hace tiempo me comenta que si me acordaba de la carnera ¿Teresita?…me quedo en ascuas porque no recuerdo ese detalle del nombre pero me muero de la risa cuando me dice que el campesino Toledo gritaba y se quejaba en el matutino de la escuela: “Me han matado a Teresita, me han matado Teresita y solo me han dejado las paticas”

Sierra de Cubitas/1978

2 respuestas to “Fuenteovejuna”

  1. Nelida sarduy noviembre 22, 2010 a 9:43 am #

    Fatal para Teresita. Fantástico para ese grupo, porque a pesar de «la mancha» lo importante fue esa huella que les ha devuelto siempre una sonrisa y las emociones de entonces. Afortunados los que han formado parte de algún Fuenteovejuna, en cualquier época y en cualquier latitud, no hay nada más sublime que unirse a personas incondicionalmente por el amor y la lealtad.
    Yo no comí carnero, soy de los «afortunados» de la vocacional, pero arriesgaría tener manchas y hasta mi vida por ti, te amo hermanita, contigo y los nuestros tendremos siempre otro Fuenteovejuna…¿Lo sabes, no? Me encantó el relato

  2. Giselle noviembre 22, 2010 a 3:28 pm #

    Una mancha de grasa en el expediente. Me gusto. Me gusto!!!!!! Cuantas no tuvimos nosotros, incluso en nuestra escuela de «aventajados». Y ni siquiera por un buen carnero. Apenas un tomatico.

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